Un nuevo despertar, siento un dolor intenso,
sin saber que hacer, el reflejo en frente de mí
recorriendo cada centímetro del trazo de la profundidad
al pensar en todo aquello, que nos somete, que nos tortura.

Aunque sigo sin ser capaz, de abandonar a la deriva
el rumbo de esta espiral, que acuchilla nuestra paz.
la existencia de nuestras cadenas, la derrota de nuestro equilibrio
Polos opuestos que emergen y contrarrestan nuestros universos.
Siento esperar, tal vez no estemos preparadas.
para enfrentarnos a tanta miseria

Dieciséis amaneceres y los que hagan falta,
para que esta válvula prosiga su camino,
en la rueda del asfalto encontraste un rumbo,
los diamantes cristalinos que rallan el tacto.

Pues solo en el enfrentamiento encuentro
alguna puerta entre tantas paredes
y algún pequeño reducto de energía
que me mantiene feliz
algún motivo por el que seguir
sentirme vivo, sentirme capaz
para poder escapar
aunque solo sea por unos segundos.

Para no dejarse vencer, para recuperar lo perdido
para que el latido y la rabia dinamiten a mis enemigos
para encontrar nuestro rumbo, y no abrazar el olvido
de la historia del conflicto, de aquellos que ya han cado
Para que el dolor no se extienda,
para que el impulso despierto mantenga
para que no, sdiluya la esencia
corazones rebeldes desafiaron la obediencia.

Para que el dolor no se extienda,
para que el placer se halle en mi
para construir nuestra esencia
complicidades que desafiaron la obediencia.

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Enfrentarse a un mundo lleno de dominación y opresiones no es una tarea fácil y hacerlo puede llegar a generar una profunda sensación de frustración ante la incapacidad de cambiar las cosas tan horribles que ocurren a nuestro alrededor. Sin embargo, adquirir conciencia de todo esto y posicionarse es una actitud sana ante lo que pasa en el planeta y a pesar de las dificultades, las miles de incoherencias, las trabas y la falta de herramientas de las que disponemos, el hecho de intentar plantarle cara a la autoridad es una de las cosas más bonitas que pueden pasar en el corazón de una persona, a pesar de las secuelas que puede generar querer acabar con tantas opresiones. Nadie dijo que fuese a ser fácil, nadie dijo que no dolería enfrentarse a todos esos mecanismos internos que nos condicionan, ni a todas las realidades opresivas, pero ya solo el intento merece la pena, porque sí, es más fácil mirar para otro lado, conformarse con la realidad que nos toca vivir, pero, qué clase de vida estamos dispuestas a aceptar con nuestro silencio.